En el contexto de un mundo cada vez más globalizado, que afecta en particular las ciudades de América Latina y que está orientado, entre otras cosas, a homogeneizar las prácticas de consumo, los bienes patrimoniales (materiales e inmateriales) son transformados en mercancía que añade valor a las ciudades que deben responder a la demanda por el interés que despiertan para el turismo internacional y para la sobrevivencia de algunas economías locales. Las acciones que se toman desde las instancias gubernamentales para la gestión del patrimonio tienden a ver sus valores desde una perspectiva instrumentalista que en la mayoría de los casos no considera las verdaderas necesidades de la población que habita estos lugares generando procesos de gentrificación o tomado acciones donde se tiende a petrificar las prácticas y a que se impongan simulacros orientados a complacer las expectativas de los turistas ávidos de consumir "cultura". La valoración, por tanto, requiere de visones más amplias donde se tenga una aproximación holística del territorio. En este sentido, la noción de paisaje contribuye a este propósito. Sin excluir otros tipos de valoración, la comprensión de un lugar patrimonial, desde esa noción de paisaje, permite abordar el problema desde diferentes aspectos y lograr un mejor reconocimiento para la planificación con el fin de poder tomar acciones de mayor pertinencia en la gestión de estos lugares.