Abstract
La vida humana (bíos), a diferencia de la existencia biológica (zoé), está compuesta por un cúmulo iniciativas cumplidas y anheladas que descubren a alguien, su distinción y su novedad respecto a todo lo existente o por venir. Naturalmente, este carácter renovable, y, en modo alguno, mecánico de la vida humana, que subvierte cualquier pronóstico previo y engendra siempre algo nuevo, depende de la posibilidad de narrar. Porque en el acto de la narración se revela la facultad humana para iniciar, sucesivamente, y hasta el último hombre, la propia existencia. Que el hombre sea puro comienzo significa que tiene el poder para relatar y transformar el mundo, a partir de palabras y actos que dependan de su iniciativa. Esta comprensión arendtiana sobre la condición humana constituye el presupuesto filosófico y metodológico de un laboratorio biográfico realizado en la prisión, que representa un espacio de aparición donde se anuncian comienzos inesperados.
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