Remittances are the dominant factor in the contemporary economy of El Salvador, which is enjoying a new comparative advantage in the international economic system—the export of cheap labor to the Global North and particularly the United States. The Salvadoran economy is part of a transnational economic space, but this space is perverse: Although the poor are nominally receiving more money, remittances cause them to be caught in a vicious cycle of economic instability. At the same time, the elites are able to access remittances indirectly by becoming a Keynesian oligarchy—an oligarchy that extracts wealth by controlling the demand structure of the economy instead of production. Remittances represent bread and butter for the poor and a vehicle for transnationalization for the rich, and this leads to a new stasis of elite rule: remittances provoke the rescaling of social conflicts in favor of elites. Transnationalism in this regard must be interpreted as an elite strategy for suppressing the bargaining power of the subaltern class. In this transnational remittances economy, opportunities for the subaltern class and migrants to participate directly in reshaping this economic space are limited or nonexistent. As a consequence, they must rely on translocal moral economies linking migrants with their families at home, where they are still able to impose some control. Meanwhile, elites foster transnationalism by dismantling these very modes of control. In this sense, remittances are the silver bullet for facilitating neoliberalism in the Global South. In El Salvador, they produce ultrastability for the oligarchy and chaos for the poor.Las remesas son el factor dominante en la economía contemporánea de El Salvador, que goza de una nueva ventaja comparativa en el sistema económico internacional en la exportación de mano de obra barata al Norte Global y particularmente a los Estados Unidos. La economía salvadoreña es parte de un espacio económico transnacional, pero este espacio es perverso: aunque los pobres reciben nominalmente más dinero, las remesas hacen que se encuentren atrapados en un círculo vicioso de inestabilidad económica. Al mismo tiempo, las élites pueden acceder a las remesas indirectamente al convertirse en una oligarquía keynesiana— una oligarquía que extrae riqueza controlando la estructura de la demanda de la economía en lugar de la producción. Las remesas representan el pan de cada día para los pobres y un vehículo para la transnacionalización de los ricos, y esto lleva a una nueva estasis del gobierno de la élites: las remesas provocan la reescalada de los conflictos sociales a favor de las élites. El transnacionalismo a este respecto debe interpretarse como una estrategia de élites para suprimir el poder de negociación de la clase subalterna. En esta economía transnacional de remesas, las oportunidades para que la clase subalterna y los migrantes participen directamente en la remodelación de este espacio económico son limitadas o inexistentes. Como consecuencia, deben contar con las economías morales translocales que vinculan a los migrantes con sus familias en El Salvador, donde aún es posible imponer cierto control. Mientras tanto, las élites fomentan el transnacionalismo desmantelando estos mismos modos de control. En este sentido, las remesas son la bala de plata para facilitar el neoliberalismo en el Sur Global. En El Salvador, producen ultra estabilidad para la oligarquía y caos para los pobres.