La influencia de Wittgenstein sobre la estética se siente, con particular fuerza, en relación con el argumento estético nos dice el Dr. Shusterman, quien engloba la contribución wittgensteiniana en este campo en tres temas principales. Al primero lo llama la ‘radical indetermnación de los conceptos estéticos’. Los conceptos que usamos en la crítica y reflexión sobre el arte pueden ser de dos clases; artísticos: los que definen el género (sinfonía, pintura épica), estilo o periodo (gótico, quattrocento), o el concepto mismo de ‘arte’; y estéticos: los adjetivos que califican nuestra experiencia como ‘vívido’, ‘delicado’ o el concepto de ‘belleza’. La argumentación que formulamos al evaluar una obra usando conceptos ‘artísticos’ es deductiva; el ejemplo es la tragedia en Aristóteles, donde la definición de lo que es una tragedia lleva implícita la definición de la norma con la cual juzgar si una tragedia es buena o no. Al usar conceptos ‘estéticos’ en nuestra evaluación de una obra también tendemos a hacer un argumento deductivo, pues requerimos, por ejemplo, de la definición de lo grotesco, para saber si una obra cae o no dentro de esa clasificación. La crítica de Wittgenstein parte de que estas dos familias de conceptos se refieren a conceptos indeterminados, que no tienen límites definibles, ni podemos esperar que los tengan. Los conceptos estéticos dependen, y éste es el segundo tema, de la ‘pluralidad lógica del discurso estético’, donde Wittgenstein nos pide que consideremos las palabras como herramientas cuyo uso es múltiple. El sentido de la palabra ‘bello’ depende de la función que desempeñe en un juego de lenguaje dado, así como del contexto histórico y social en el que se dé. Esto nos lleva al tercer tema, el de la ‘historicidad del arte y la apreciación estética’, pues el uso que se le da a las palabras en una época es distinto al que tuvo en el pasado o tendrá en el futuro. Esta indeterminación de los conceptos estéticos desacredita la validez de los argumentos estéticos deductivos e inductivos. Para Wittgenstein, el argumento estético que desarrolla un crítico tiene la función, al no apoyarse en definiciones preestablecidas, de describir la obra de tal manera que los demás la vean como él. La percepción es la prueba final. El argumento estético, que Wisdom llama retórico y Shusterman dialéctico, busca convencer, y en esto radica su éxito. Esta forma de razonar en el arte, distinta a la deducción e inducción lógica, no es exclusiva de éste, pues se usa en el lenguaje legal en una corte y en la misma filosofía (la de Wittgenstein se proponía convencer); teoría como las de Newton y Freud se aceptan, no tanto por su respaldo lógico, sino por la atracción de ver el mundo desde su perspectiva. Pero aceptar las sugerencias de Wittgenstein no implica rechazar los argumentos estéticos deductivos e inductivos como necesariamente falsos (como hace Casey), sino al contrario, y de acuerdo con la pluralidad wittgensteiniana, afirmar que la falta de principios y la multiplicidad de puntos de vista en la crítica de nuestros días exige una interpretación abierta à la Wittgenstein no implica que en otra situación histórica (p.ej. en la Grecia de Aristóteles) no se haya podido evaluar acertadamente una obra de arte mediante argumentos deductivos. De igual forma, ciertos argumentos inductivos (p.ej. afirmar que, a pesar del consenso, Dante es un mal poeta tiene que ser falso) debe tener validez, pues de lo contrario toda nuestra concepción de la cultura se vería cuestionada. Por esto, Shusterman concluye, ser fieles a lo que enseñó Wittgenstein requiere no cegarse a que la pluralidad de las funciones del lenguaje estético es aun mayor que lo que a veces estamos dispuestos a aceptar, y que nuestra posición abierta es sólo una entre varias. [Luis Argudín]