Abstract

Debido a que la Modernidad recobró el prestigio de la democracia como régimen, la democracia se erigió como una revolución en las soterradas formas absolutistas de poder, al tiempo que se constituyó como el significante del “sufragio universal”, la “representación”, las “mayorías”, la “igualdad política…”. Sin embargo, todo indica que estos nuevos significados de carácter liberal no son coherentes con las auténticas cualidades del término “democracia” y que al parecer la creencia de que vivimos regidos por gobiernos democráticos no es más que un espejismo. Con el objetivo de elucidar la tensión entre los significados antiguos y modernos del significante “democracia”, y puesto que de la armonía de los signos dependen las realidades que se transforman en el mundo de la vida, se propuso relacionar por medio del método sintético dos categorías superficialmente aisladas e incompatibles: la idea de democracia y el signo lingüístico. Igualmente, en el escrito se trazaron vasos comunicantes con las categorías de ética y moral, bajo la hipótesis de que mientras la ética inspira a reflexionar sobre los significados, en este caso, las cualidades de “sufragio universal”, “representación”, “expresión de mayorías” e “igualdad política” que se le han endilgado a la democracia; la moral incita a sacralizar los significantes, esto es, la forma de gobierno democrática por el solo hecho de ser antigua, independiente a los significados atribuidos. Finalmente, se logró concluir que la democracia moderna es una anulación de la acción humana, un espejismo en el cual coinciden lo bueno y lo injusto, la moral y la negación de la ética.

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