Abstract
Alexis de Tocqueville entiende que para que la democracia impere se precisan ciudadanos que se interesen en los asuntos públicos, que tengan la capacidad de comprometerse y que deseen hacerlo. Ello conecta su liberalismo con el republicanismo cívico, que permite compatibilizar la libertad y la igualdad democráticas. Por otra parte, percibe los peligros en sí mismos del pauperismo y de la cuestión social devenida en cuestión directamente política; y los peligros también en el sentido de una solución estatalista a través de la construcción de un “Estado-Providencia” (lo que después se denominaría, con mayor rigor en la técnica constitucional, “Estado Social de Derecho”). Entre los dos extremos (abstención pública de intervenir o intervenir y proteger moderadamente) él propone ante todo la autoorganización de la sociedad civil y, señaladamente, la creación de asociaciones para todas las vertientes o dimensiones de la vida humana. La proliferación de las organizaciones intermedias es lo que, según piensa Tocqueville, confiere vigor en una sociedad democrática y fortalece a los individuos. En relación al “deber” de protección pública o “asistencia estatal” se entiende que debería operar con carácter mínimo indispensable y subsidiario respecto de las soluciones autónomas provenientes de la sociedad civil. Más allá de toda valoración –y Tocqueville lo hace en parte críticamente-, la democracia marcharía inexorablemente hacia la igualdad de condiciones y no hacia el desarrollo de la separación y la desigualdad de clases. El “amor al bienestar” para el pueblo constituye para él un rasgo nuclear de las épocas modernas. De ahí que en el “Partido de la Joven Izquierda” que pretendía fundar en 1847 (sin conseguirlo finalmente), Tocqueville reclamase ciertas reformas sociales: de condiciones de trabajo, de salarios, una distribución más justa de los impuestos y la participación de los trabajadores como objetivos inmediatos a perseguir. Un programa corrector de las desigualdades materiales y disolvente de las jerarquías sociales del pasado y asimismo un antídoto que sirviera, al mismo tiempo, instrumentalmente para contrarrestar las propuestas de los republicanos socialistas con los que discrepaba abiertamente.
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