Abstract

No hace muchos años la aproximación hacia las neoplasias malignas en seres humanos tenía un enfoque diagnóstico principalmente basado en los hallazgos morfológicos, y aunque teníamos conocimiento de la oncogénesis por virus desde hace casi medio siglo, este conocimiento no se había logrado integrar al diagnóstico, prevención y manejo oncológico [1]. En la década de los cincuenta, el entendimiento de la historia natural del cáncer de cuello uterino, con tiempos largos de evolución, permitió la implementación de protocolos de tamización, que hasta hace menos de una década, estaban basados en citologías cervicovaginales seriadas y regulares [2,3], sin mucho protagonismo en los algoritmos diagnósticos de la detección de variantes de alto riesgo del virus del papiloma humano (VPHAR) [4]. A pesar de que las pruebas moleculares se encuentran aprobadas para uso clínico desde aproximadamente el año 2001 [5], solo hasta el 2014 en paísescomo Estados Unidos, se incorporó la detección de genotipos de VPH-AR como prueba de tamización principal, que determina la necesidad de estudios adicionales para la detección temprana del cáncer cervicouterino [6].

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