Abstract
El presente artículo se propone determinar el estatuto filosófico-político de la figura que en El contrato socialde Rousseau funda, en algún sentido, la comunidad política, pero lo hace a partir de una autoridad “que no es nada”. Se intenta mostrar que el “legislador extraordinario” tiene la función de un postulado no reconocido explícitamente por Rousseau y desentrañar su rendimiento argumentativo por medio de la descomposición del concepto en tres momentos cuya relación recíproca genera diversas aporías: el momento gnoseológico, el momento histórico y el momento práctico-revolucionario. Estos tres momentos habilitan tres formas típicas de pensar el legislador: el censor, el déspota/usurpador o el dictador soberano. Lo inconciliable de estos tres tipos remite al difícil, casi insoluble, problema del origen de la libertad política.
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