Abstract

Siria se ha convertido en un claro ejemplo de Estado fallido. Las movilizaciones antiautoritarias de 2011 no propiciaron la caída de Bashar al-Asad ni la instauración de un régimen democrático, sino el estallido de un conflicto de final incierto. Desde entonces, la situación sobre el terreno se ha deteriorado de manera notable, no sólo como resultado del choque entre el régimen y los diferentes grupos opositores, sino también por la intervención de actores regionales e internacionales. Hoy en día, Siria es escenario de una guerra por delegación entre EEUU, Rusia, Irán, Arabia Saudí, Turquía y Qatar. La injerencia de estos países ha favorecido la irrupción de numerosas milicias armadas con una clara agenda sectaria. El pulso entre Irán y Arabia Saudí por la hegemonía regional se ha contagiado al conflicto sirio, convertido en un escenario más de la nueva guerra fría que libran dichas potencias. La guerra siria no puede entenderse tampoco sin hacer referencia a la distribución de los hidrocarburos en Oriente Medio y sin aludir a los proyectos regionales planteados en la última década para transportar el petróleo y el gas del golfo Pérsico a Europa. Hoy en día, su puesta en práctica está condicionada a la interrupción del conflicto sirio y la mejora de la seguridad en la región.

Highlights

  • Syria has become a clear example of a failed state

  • Syria is the scenario of a war by proxi

  • The interference of these countries has caused the irruption of numerous militias with a clear sectarian agenda

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Summary

Turquía

Turquía fue uno de los primeros países en intervenir en Siria, y es probablemente el actor que ha pagado un precio más elevado por su involucración en dicho conflicto, debido a la llegada de casi tres millones de refugiados sirios a su territorio, a la intensificación del conflicto kurdo y a los atentados del ISIS contra su sector turístico, pero también a las tensiones con Rusia y EE. Turquía ha supeditado su estrategia en Siria a dos objetivos: expulsar del poder a Bashar al-Asad e impedir que Rojava, el Kurdistán sirio, afiance su autonomía y se convierta en un santuario para el Partido de la Unión Democrática (PYD), al que tacha de terrorista por sus estrechos vínculos con el PKK, que tras la retirada de las tropas sirias se hizo con el control de los tres cantones en los que se divide el Rojava (Yazira, Kobane y Afrin). Otro tanto puede decirse del mencionado gasoducto Catar-Turquía, que convertiría a Turquía en un punto neurálgico para distribuir el gas del golfo Pérsico en el mercado europeo (Delanoë, 2014)

Arabia Saudí
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