Abstract

Kant concibe la educación como un proceso complejo que comprende diversos aspectos, tales como la disciplina, la instrucción y la formación, proceso cuyo objetivo último está orientado al desarrollo de las disposiciones humanas originarias, tales como la racionalidad y la moralidad. La formación [Bildung], entendida ante todo como educación moral y cívica, es considerada como la meta fundamental del proceso educativo: ni la disciplina ni la instrucción resultan suficientes para alcanzar el fin último de dicho proceso, esto es: la transformación de las instituciones sociales. Si bien tanto la disciplina como la instrucción permiten al hombre el desarrollo de capacidades necesarias para el logro de sus fines, solo la formación le permite alcanzar, no ya fines pragmáticos, sino fines morales, aquellos que dotan al ser humano de un valor intrínseco. Nuestro trabajo procura esclarecer las premisas éticas en las que se sustentan los fines morales que Kant asigna al proceso educativo. Observaremos, en tal sentido, que la pedagogía kantiana se sustenta en una concepción del hombre como ser perfectible y en la idea de un avance progresivo del género humano. Intentaremos asimismo destacar la relevancia y vigencia de los principios pedagógicos kantianos, y de su proyecto cosmopolita, en el contexto actual, atravesado por graves conflictos étnicos, políticos y religiosos.

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