En 1835, aprovechando una escala en Valparaíso (Chile) del Beagle, Charles Darwin cruzó los Andes hacia Mendoza, travesía durante la cual realizó un gran número de observaciones geológicas. La importancia de este viaje fue muy grande para el desarrollo de las ideas científicas de Darwin, y para el conocimiento geológico sobre los Andes. En este trabajo, se intenta indagar sobre el método de trabajo geológico de Darwin, a partir de algunos comentarios publicados en sus libros, que resultaron equivocados. Darwin interpretó el relleno de valles andinos de Mendoza, como el del río Tunuyán, como de origen marino. Actualmente sabemos que estos conglomerados son de origen glacifluvial. Lamentablemente, Darwin no brindó una explicación detallada sobre cómo llegó a concluir que los conglomerados eran de origen marino. Seguramente el debate sobre el origen de los depósitos aluviales y diluviales, una de las grandes polémicas geológicas de la primera mitad del siglo XIX, tuvo alguna influencia en sus razonamientos. Se especula en este trabajo que Darwin se basó en la literatura geológica británica y en sus observaciones de los fiordos del sur de la Patagonia. De este modo, la interpretación del origen marino de los conglomerados de los valles andinos nos muestra dos aspectos del pensamiento geológico de Darwin: por un lado, su apoyo en los maestros británicos de la disciplina (Lyell, Sedgwick, Buckland, y Greenough, entre otros); por otro lado, el uso de la analogía con ejemplos actuales para completar la fragmentaria información que el registro geológico nos brinda del pasado.