Gracias a la rápida aparición de las “Obras completas” de Heidegger, podemos formarnos una imagen concreta de su desarrollo creador en la década que siguió a Ser y tiempo y que culminó en los Aportes a la filosofía escritos en 1936-38. En esta década Heidegger llego a su comprensión definitiva, a saber, ontohistórica, de la situación contemporánea de la filosofía. Su tesis fundamental es que vivimos en una época de transición: tras nosotros está la época de la metafísica que emergió del “primer comienzo” de nuestra cultura, que desde los griegos recibió un cuño filosófico. Ante nosotros, en un futuro que está apenas por intuirse, yace el “otro comienzo” para un pensamiento completamente nuevo. El pensamiento que surge del primer comienzo y sobre el cual ha reposado hasta ahora nuestra cultura, fue hecho posible por el contenerse del ser, la sustracción. Este construyó el soporte a partir del cual el ser en tanto entidad del ente se entregó al poder de la disponibilidad del pensamiento metafísico-científico. A la esencia de la sustracción le perteneció que esta se sustrajera a sí misma al pensamiento, en un ocultamiento abismal. Hoy alcanza el olvido de la sustracción determinado por ello su punto máximo, su eschaton. Dado esto podría acaecer una transformación a través de la cual el hombre se vuelva otro, a saber, capaz y dispuesto a experimentar la sustracción como sustracción, es decir, como “misterio”.