La devoción a la Divina Misericordia como una forma de culto a Dios tiene como objeto propio a Dios en el misterio de la misericordia y se inserta en la tradición de la piedad cristiana, convirtiéndose en su prolongación y en su enriquecimiento. Se dirige a la misericordia del Padre, revelado plenamente en la pasión, en la muerte y en la resurreción de Cristo y se basa en la actitud de confianza en Dios.Las nuevas formas de devoción propuestas por la Hermana Faustina en base a las revelaciones privadas que obtuvo de Jesús se convierten en una oportunidad de adorar a Dios y en una apertura a su actuación. La canonización de Santa Faustina Kowalska y la institución de la Fiesta de la Misericordia para toda la Iglesia son una indicación clara del Santo Padre Juan Pablo II para emprender estas formas de devoción en la Liturgia de la Iglesia, así como en la animación a los fieles para que se beneficien de ellas en su piedad privada.