Este artículo examina dos perspectivas de los cambios en el mercado de trabajo en Buenos Aires en la última década. La primera es una comparación de la oferta y de la demanda de mano de obra y de los cambios en los niveles de remuneración en el periodo 1991-1997. La segunda presenta la interpretación que hacen mujeres de clase media y popular de esos cambios a través de sus relatos sobre sus prácticas laborales, condiciones de vida y relaciones familiares.Durante el periodo analizado creció la participación femenina, y su patrón de comportamiento económico tendió a asemejarse al masculino aunque en niveles de actividad menores. Así, se caracteriza por una trayectoria continuada en el mercado de trabajo que se inicia al finalizar la escolaridad y se concluye en la edad madura con el retiro, lo cual aparece reflejado en los testimonios de las experiencias femeninas como cambios en su decisión de trabajar o permanecer más tiempo trabajando.El aumento en la desocupación ha significado una transformación sustancial en la vida de la gente. Los cambios en la demanda laboral indican que los puestos de trabajo perdidos son mayoritariamente no calificados y provienen de pequeñas empresas o cuentas propias, afectando comparativamente más a los varones.El microcosmos de la familia es un espejo de los cambios que tuvieron lugar en el conjunto de la sociedad argentina. Las mujeres han ganado espacios en el mercado laboral al trabajar más horas y aceptar remuneraciones y condiciones laborales más desfavorables. La salida de la mujer madura ha respondido a la necesidad de cubrir pérdidas de empleo masculino y (o) caídas en los niveles de ingreso del hogar. El trabajo de los jóvenes parece también, por los testimonios, una respuesta a esa situación. La presión del ajuste económico está volviendo austeras a muchas familias. Los aumentos de precios de los servicios públicos y los impuestos han obligado a la mayoría de las familias cuyos testimonios recogimos a reasignar los gastos: pensar cuánto y qué se come es un cambio grande que adquiere dramaticidad cuando debe recurrirse a la escuela para que almuercen los niños o a la parroquia o centro comunitario para obtener la alimentación familiar.