Artefactos, “cacharros”, dispositivos, ensamblajes y otras construcciones de estética aparentemente indeterminada o inacabada pueblan cada vez más la escena arquitectónica contemporánea. Éstos se alimentan, en muchas ocasiones, de un imaginario no propiamente arquitectónico mediante la reapropiación de objetos provenientes del mundo industrial, agrícola, etc. como medio para figurar una nueva vida más justa, inclusiva, concienciada políticamente, crítica y, sobre todo, a través de la cual humanos –y no humanos- puedan expresarse subjetivamente. Este artículo plantea, precisamente, una reflexión abierta sobre la relación entre esta “nueva” estética y esta nueva ética revisitando sus antecedentes ideológicos encarnados en el trabajo de Cedric Price y Peter Cook. Tanto el Fun Palacecomo la Plug-In Citypueden considerarse trabajos que se alejan de los estándares y convenciones arquitectónicas del momento para formalizar una nueva y necesaria aproximación al hecho arquitectónico, entendido éste como un posibilitador de situaciones inciertas e imprevisibles; esto es, la vida en sí misma. Ahora bien, ¿cuál es la arquitectura que está detrás de estas propuestas? ¿Sus dibujos presentan la descripción de un problema o el principio de su solución? ¿Esos objetos figurados simplemente restituyen algún aspecto de la realidad o verdaderamente proponen las pautas para su transformación? Todas estas son preguntas de extrema vigencia y, por tanto, pertinencia. El artículo, así, y a través del estudio de la peculiar relación entre Price y Cook, se plantea indagar en todas estas cuestiones pasadas con el objetivo claro de arrojar algo de luz crítica al momento presente.
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