En esta pieza respondo a los críticos que sostienen que el combate moral no sólo es posible, sino ubicuo. En opinión de algunos, la moralidad está relacionada con los roles, y por lo tanto el paquete único de razones para la acción que posee alguien dentro de un rol determinado puede dictar un curso de conducta que frustre las acciones requeridas de otros que no comparten ese rol. Otros críticos defienden, en cambio, el relativismo moral meta ético, del que se deduce que dos personas que provienen de culturas distintas pueden tener razón (en relación con sus “formas de vida” separadas) al frustrar las acciones del otro. Una tercera línea de ataque es la de los críticos que creen que ciertos valores morales de primer orden son inconmensurables, y que, por lo tanto, sostienen que dos personas pueden ser inocentes al perseguir objetivos inconmensurables, pero mutuamente incompatibles a expensas del otro. Como sostengo, estas tres estrategias no logran reivindicar la afirmación de que nuestra mejor teoría de la moralidad tolera los encuentros de gladiadores en los que el éxito moral de una persona requiere el fracaso moral de otra.