Este texto reflexiona sobre cómo la tensión entre la urbanización y el habitar expone a sus habitantes a un constante estado de estrés y depresión. Los conduce a hábitos nocivos, que derivan en enfermedades crónicas degenerativas. Por lo tanto, la ciudad no es un espacio para el bienestar de los sujetos, porque, los factores que permiten alcanzar el bienestar, que son los lugares, los objetos, los bienes y salud, no son tomados en cuenta. De ahí que el bienestar tiene un fuerte vínculo con el espacio, el tiempo y la sociedad. Así, la urbanización podría producir espacios armónicos, que permitan un desarrollo, físico, mental y económico.