El artículo busca dos objetivos: a) exponer, en clave comparativa y treinta años más tarde del momento inicial y candente, los debates sobre la relación entre conflictos armados o violencia directa y situaciones de estrés/ carencia hídrica o enfrentamientos distributivos (recursos o cuencas compartidas, por ejemplo) por el agua. Al hacerlo, se añadirán a la sistematización los nuevos y más recientes enfoques; y b) a partir de los resultados del punto anterior, proponer nuevas herramientas para el análisis y la intervención en dichos conflictos, aprovechando, a modo de ejemplo y no de análisis detallado, diez casos heterogéneos activos en el presente de conflictos distributivos con el agua como incompatibilidad crucial. Los temas mencionados se popularizaron en los años noventa del siglo XX con afirmaciones impactantes que sostenían que “las próximas guerras no serían por petróleo o recursos minerales sino por el acceso al agua potable”. En ese sentido, la comparación se centra en examinar el debate entre 1985 y 1995, donde el tema dominante fue si la escasez/concurrencia por el agua podía o no ser factor causal directo de conflictos violentos o si era simplemente un factor multiplicador o acelerador vinculado a otras causas, con las aportaciones y enfoques actuales. Estas aportaciones, frente a la omnipresencia en los años noventa de enfoques y textos basados en estudios de seguridad y la entonces llamada “seguridad ecológica”, se centran actualmente en las herramientas que proporcionan los estudios sobre análisis, resolución y transformación de conflictos y en nuevas reflexiones epistemológicas respetuosas del sesgo cultural y de género y no occidentalocéntricas. El texto, además de introducción y conclusiones, tiene tres apartados. El primero establece un punto de partida fáctico, resumiendo los datos relativos al agua dulce y potable, para establecer, mediante una sucinta descripción de diez conflictos, internos e internacionales, de varios continentes, una tesis central: la conflictividad más caliente, incluyendo conductas violentas, no es tanto por la carencia de agua en sí, sino por la gestión y gobernanza del agua, en general y en casos de escases de la misma. En segundo lugar, se resume las claves analíticas y los resultados del debate sobre los conflictos hídricos, en particular sobre los vínculos entre uso y escasez de agua y violencia directa desde finales de los años ochenta a mediados de los años noventa del siglo pasado. La tercera sección presenta nuevas miradas, basadas no en los estudios de seguridad o la seguridad ecológica, como antes, sino en los trabajos, consolidados, de la investigación para la paz y los estudios sobre análisis y transformación de conflictos. Concretamente, se exponen las aportaciones, y se propone como aplicarlas a los conflictos hídricos, mediante tres asunciones y siete tesis. Finalmente, las conclusiones insisten en la necesidad de tratar estos conflictos como conflictos sociales, mostrando que su especificidad está vinculada a la gestión y gobernanza del recurso más que a la escasez en sí y, al hacerlo, ponen el acento, en las dificultades de gobernabilidad y gobernanza que hay que abordar.
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