Un aspecto principal de los ritos funerarios y las prácticas mortuorias modernas y occidentales ha sido un desplazamiento de ubicaciones religiosas-institucionales a otras seculares-privadas. Sin embargo, algunas respuestas performativas, como esparcir las cenizas de los aficionados difuntos en estadios deportivos, continúan definiendo la muerte como una relación social emplazada en un sistema cultural de obligaciones simbólicas más amplio. Los esparcidos de cenizas en los estadios son actos de los que se cree que tendrán consecuencias para el futuro de la comunidad. Hay tres factores que convierten los estadios en emplazamientos pertinentes para la re-ritualización de la muerte: emoción, identidad, e iconicidad. Las intensas experiencias emocionales, la tradición familiar, las narrativas colectivas y el poder transformador del espacio liminal permiten a los aficionados imaginar su propia transición de muerto a vivo, y su presencia continua en el orden social.
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