Este artículo reivindica el valor epistemológico y político de tres procesos comunitarios gestados en el seno del conflicto armado colombiano, que son ejercicios de resistencia civil no violenta al involucrar actores civiles colectivos que utilizaron medios pacíficos para responder a las afectaciones generadas por los actores armados y a las condiciones injustas de exclusión a las que habían sido sometidas a causa de la ausencia o indiferencia del Estado. En esas condiciones de vulnerabilidad, las comunidades de Micoahumado (Bolívar), Mogotes (Santander) y Tarso (Antioquia) negociaron con los grupos armados garantías de seguridad y exigieron a las autoridades el cumplimiento de sus funciones esenciales apersonándose de la planificación del desarrollo territorial, fortaleciendo los lazos de solidaridad y fomentando una cultura de paz.
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