Abstract
From his first expressionist poems in the 1920s to “Cristo en la cruz” (1985), the figure of Jesus Christ is recurrent in Borges’ work. Sometimes treated with irony, but generally an object of fascination and singular agnostic fervor, Jesus appears as an inescapable figure. In this article I will analyze the representations of Jesus in Borges’ work. I will focus on three images that I consider to be the most relevant ones. First, the Crucified, an image that emphasizes Christ’s humanity by denying – or at least suspending – his divinity. Second, the poet, the greatest of the oral masters, creator of splendid metaphors, and the object of an aesthetic and ethical appreciation. And third, the Incarnate Word, the God who becomes man. As I will attempt to show, these images of Jesus can also be related to some core elements in Borges’ poetics.
Highlights
En “Paradiso, XXXI, 108”, un texto breve publicado en Sur en 1954 —recogido luego en El Hacedor, leemos: Diodoro Sículo refiere la historia de un dios despedazado y disperso. ¿Quién, al andar por el crepúsculo o al trazar una fecha de su pasado, no sintió alguna vez que se había perdido una cosa infinita?
I will focus on three images that I consider to be the most relevant ones
El poeta distingue aquí dos dimensiones en su apreciación de la palabra de Jesús: una estética —las espléndidas metáforas— y una ética — la doctrina del perdón—
Summary
Antes de detenernos en el examen de las tres imágenes de Jesús que consideramos las más significativas en la obra de Borges, conviene despejar dos cuestiones preliminares. Es este posicionamiento —que, evidentemente, está vinculado a sus creencias personales, pero no se equipara con estas— lo que resulta relevante para determinar los efectos de sentido de la literatura borgeana y, particularmente en lo que nos ocupa, su perspectiva sobre la figura de Jesús. Este posicionamiento que podemos denominar agnóstico —en un sentido singular, como veremos enseguida— es el más estable entre las décadas del treinta y el cincuenta —período en el que Borges publica sus libros más importantes—. La crítica —retomando declaraciones del propio Borges— ha insistido en definir la relación del escritor con el cristianismo —y con prácticamente cualquier credo o sistema de ideas— en términos de agnosticismo.[8] En efecto, como dijimos, se trata de su posicionamiento más estable, el que involucra la redacción de sus obras más importantes y el que, con algunos matices, puede extenderse a su producción de los últimos años. Organizaremos el análisis en tres imágenes principales: la del Crucificado, la del Poeta o Maestro oral y la del Verbo encarnado.[11]
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