Abstract

Tierra Cervantes: entremeses y pasos de la Barraca o Tierra Cervantes es el proyecto escénico creado por la promoción del 2021/2022 de los estudiantes del Máster de Teatro y Artes Escénicas de la Universidad Complutense de Madrid acompañados por el Instituto del Teatro de Madrid y el Doctorado de Estudios Teatrales de la misma universidad. Este montaje plantea una reconstrucción historicista—siguiendo la línea propuesta por el ITEM—de tres piezas breves cómicas del teatro de los Siglos de Oro según lo hiciera la Barraca: La guarda cuidadosa, de Miguel de Cervantes; La tierra de jauja—renombrada por la Barraca como El bobo de la olla, de Lope de Vega; y Los dos habladores, atribuida en su momento a Cervantes. La Barraca, dirigida por Federico García Lorca y Eduardo Ugarte, fue un proyecto de teatro universitario ambulante enraizado en la concepción educativa de la Institución Libre de Enseñanza que pretendía, junto a las Misiones Pedagógicas y el Teatro del Pueblo de Alejandro Casona, llevar la cultura por todos los rincones de España. El impulso artístico de la misma era combinar tradición y modernidad pues, para Lorca, la manera de llegar a la vanguardia, a Pirandello, era por medio de la “farsa más esquemática” de Cervantes. Bajo esta premisa, se crea esta nueva producción con la dirección escénica de Begoña del Castillo y Julio Vélez en la dirección académica.El montaje, como se ha indicado, se desarrolla bajo la filosofía de la reconstrucción arqueológica e historicista, esto es, el montaje de las obras con la mayor fidelidad posible a lo que se vio sobre las tablas entre 1932 y 1936, años en los que la Barraca estuvo activa. Esto requiere de una rigurosa investigación previa, que la obra cumple de forma muy eficaz. La escaleta del montaje se compone de una loa introductoria que dramatiza palabras de un discurso que el propio Lorca expuso el 30 de octubre de 1932 en la presentación del auto sacramental La vida es sueño de Calderón de la Barca en la Universidad Central de Madrid (hoy Complutense) en el que reflexiona sobre el teatro de Cervantes y de Calderón. De hecho, el nombre del montaje, Tierra Cervantes, toma su nombre de este discurso. Le sigue La guarda cuidadosa, La tierra de Jauja, la canción de Los cuatro muleros, y finaliza con Los dos habladores. La selección de las tres piezas breves se justifica por ser tres de las obras que vivieron acontecimientos inesperados, esto es, fueron tres montajes que en algún momento de la gira barraca necesitaron del ingenio e improvisación de la compañía para llevar a cabo la representación de las mismas, bien por la cancelación de algunas funciones por motivos políticos, bien por el sabotaje del público durante su exhibición.Las responsables de la obra explican al inicio de la misma que la reconstrucción historicista de las tres piezas que forman Tierra Cervantes parte de una investigación previa centrada, sobre todo, en la recuperación de los testimonios del elenco que formó parte de la compañía originaria (Luis Sáenz de la Calzada, Carmen Lasgoity o Jacinto Higueras, entre otros), la recopilación de material audiovisual (fotografías y grabaciones de Gonzalo Menéndez Pidal), montajes precedentes y prensa de la época. Con todo este material, la compañía About Bob propone una puesta en escena muy sintética y esquemática que persigue una estética “entre lo guiñolesco y el paso de ballet”. Así, el espectador se encontrará con una escenografía sencilla sin más ornamento que las proyecciones de los propios escenógrafos—artistas cercanos a Lorca—que colaboraron en el proyecto. Esta puesta en escena se complementa con utilería que apoya la estética de los personajes: unos palos, una mesa con comida pintada, una estera y la olla—elemento imprescindible para el paso La tierra de jauja-. En cuanto al vestuario, la compañía irrumpe en escena uniformada con monos de trabajo de color azul marino, que imitan del mismo modo a los originales, decorados con la singular insignia de la compañía. La caracterización se completa con pelucas, algunas prendas sobrepuestas, y el maquillaje, que es, sin lugar a dudas, lo más extravagante pues, junto al movimiento escénico, será lo que primero permita al público identificar a los intérpretes como títeres, sobre todo en ciertos momento concretos de la función.Seguir esta estética viene determinada por la predilección de Federico García Lorca por Los dos habladores. Consta que en el homenaje que se realizó al autor en 1935, se puso en escena esta obra junto a El retablillo de don Cristóbal. Además, el 5 de enero de 1923 tuvo lugar en la casa de Federico García Lorca de la Huerta de San Vicente una función titeresca que contaba con tres obras, entre ellas Los dos habladores. El motivo de la representación fue la organización de una fiesta infantil en honor a su hermana Isabel. Esta fiesta fue un punto de encuentro entre las distintas disciplinas artísticas: literatura, música, y pintura; cada una de ellas orquestada por un experto en el tema: Lorca, Manuel de Falla y Hermenegildo Lanz. Ha quedado registrado que para Los dos habladores se utilizaron guiñoles, que poseían la cabeza y las manos de madera mientras que el cuerpo y el tronco eran de tela, diseñados por Hermenegildo Lanz y cosidos por sus primas. La música fue preparada por Manuel de Falla, quien tocó las partes de piano, y sonaba detrás del escenario la danza del diablo y el vals de la Historia del soldado de Igor Stravinsky, en versión del autor para violín, clarinete, y piano. Estas influencias son las que Tierra Cervantes utiliza y se perciben en el recorrido por las tres piezas breves. A partir de esta información, la atmósfera que propone Begoña del Castillo combina una estética sencilla generada por materiales y colores con la lírica de los movimientos en escena.En último lugar cabe destacar la importancia que tiene la música en el desarrollo de toda la función, pues de las trece piezas que puso en escena la Barraca, once de ellas incluían música seleccionada por el propio Lorca. Por consiguiente, el elenco, tras la proyección de un vídeo de los barracos grabado por Gonzalo Menéndez Pidal en el que se ha incluido el audio de Jacinto Higueras cantando el Himno de la Barraca, hace su aparición en escena cantando este mismo himno. Del mismo modo, se observa cómo han reconstruido la música que se insertó en las tres obritas a partir de las partituras y testimonios conservados. En primer lugar, en La guarda cuidadosa se cantaron dos canciones. Como en otras ocasiones, la melodía de estas canciones tiene un referente popular. A diferencia de otras obras de la Barraca, en La guarda cuidadosa solo se pueden comprobar ciertas concordancias musicales con algunos referentes folclóricos, pero se desconoce la naturaleza original. Se incluye, de este modo, a Cristinica cantando Sacristán de mi vida a modo entretenimiento, y por otro, una cancioncilla de dos versos de una cancioncilla, Que donde hay fuerza de hecho/ se pierde cualquier derecho, que cantan todos los personajes en escena mientras van abandonando la escena como fin del entremés. En segundo lugar, en La tierra de Jauja o El bobo de la olla se canta una sola canción sin acompañamiento instrumental. La canta el personaje que hace de bobo. La melodía tiene una letra original, no obstante, Lorca escogió otra letra del cancionero popular del siglo XV (Mala noche me diste, María del Río) y lo fundió. Paso, melodía, y letra forman ahora un todo exquisito e indisoluble. Por último, en Los dos habladores la canción Vete, vete, pícaro hablador cierra la obra. Cada personaje declama su verso final y, tras la última intervención, precisamente la del hablador Roldán, se daba comienzo a la pequeñísima tonada que se repetía una y otra vez hasta la salida del escenario de los personajes. Se desconoce si esta cancioncilla tiene un eco anterior o es, como sucedía en otras ocasiones, invención del propio Lorca.La música funciona en Tierra Cervantes también como hilo conductor, por lo que se ha escogido Los cuatro muleros, canción que Lorca recogió y grabó en disco con La Argentinita y que enseñó—junto a otras tantas—a sus compañeros de viaje. Con esta inclusión entre el paso de La tierra de Jauja y el entremés de Los dos habladores, la compañía dirigida por Begoña del Castillo pretende evocar la unión del grupo, la energía, vitalidad, y esfuerzo de la compañía al amparo de la música, frente a las adversidades, el cansancio y la tempestad. Con esta propuesta es como Tierra Cervantes aspira a recorrer las diferentes villas, plazas, y tablas difundiendo, en palabras de Lorca, “nuestro olvidado y gran repertorio clásico”.

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