Abstract

La política exterior y la política de defensa constituyen los principales instrumentos a través de los cuales el Estado se posiciona en el sistema internacional. Esto requiere una vinculación y coordinación muy estrecha entre ambas. Al mismo tiempo, las dos políticas se nutren de elementos similares, como la historia, la geografía, los procesos políticos internos; además, ambas son –o deben ser– Políticas de Estado. Paralelamente, existen en la política exterior elementos de naturaleza estratégica como la compatibilización de los intereses diplomáticos y militares del Estado, el poder militar y la influencia política y el aporte de la diplomacia a la ejecución de las políticas de adquisiciones militares. Todo esto hace suponer que la vinculación y coordinación entre ambas políticas resulta natural y sencilla; y sin embargo, en la práctica ello no es así; antes bien, por su misma naturaleza, las políticas exterior y de defensa son difíciles de coordinar y alinear adecuadamente; lo mismo es válido respecto de las agencias encargadas de de nirlas y aplicarlas, las secretarias o ministerios respectivos. Existe dos niveles de coordinación entre ambas políticas: el nivel primario que requiere que se den ciertas premisas básicas y el nivel avanzado, que implica la definición de una gran estrategia nacional. Este tema es aplicable, en la especie, a Chile, dado que tradicionalmente, sus políticas exterior y de defensa han seguido cursos separados y a veces conflictivos. Esta situación que era explicable y aun aceptable en el pasado, no lo es ya más y debe ser corregida en forma urgente.

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