Abstract

Este artículo pretende arrojar alguna luz sobre la percepción que se tenía de la virginidad femenina en el Occidente medieval. Una visión moral, social y legal, heredera de la conceptualización religiosa y misógina que condicionaría la actuación de las comunidades medievales, las familias y los legisladores en aras de salvaguardar, al menos hasta el matrimonio este preciado bien, como un símbolo edénico perdido de la creación aún no mancillada por el pecado original. De este modo, se castiga de manera severa tanto el sexo premarital como la violación de vírgenes y se premia monetariamente la preservación de la virginidad de las futuras novias. Todo ello respondiendo al interés de una sociedad patrilineal que dotaba a la mujer y su virginidad de un valor único e indisoluble como activo económico en las diferentes estrategias encaminadas a establecer férreas alianzas matrimoniales entre los diferentes linajes. En consecuencia, la estimación de la mujer como hija y novia siempre quedaría, en cierta medida, ligada a la conservación de su virginidad. Circunstancia esta que queda de manifiesto, bajo su forma más restrictiva, en las diferentes normas reguladoras del matrimonio, así como en las diversas exacciones de corte jurisdiccional que no dejan de incrementar el patrimonio del señorío a costa de restringir la libertad sexual de la mujer. Como el título de este artículo indica, partiendo de una perspectiva más generalizada de la virginidad se ha procedido a examinar su conceptualización en la ley galesa y más específicamente en aquella normativa concerniente a las mujeres y desarrollada a partir de figuras jurídicas tales como el amobr, cowyll, y agweddi.

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