Abstract

Este artículo explora las divergentes actitudes de Canadá y México hacia el mantenimiento de la paz, explicadas en parte por las diferentes culturas políticas y el legado de conflicto militar. La renuencia mexicana a tomar parte del mantenimiento de la paz radica en una lealtad fundamental en su política extranjera hacia los principios de la no-intervención de los asuntos internos de otros Estados y el derecho a la auto-determinación. Canadá, en comparación, acogió el mantenimiento de la paz a través de la segunda mitad del siglo XX como una contribución internacional esperada de una potencia media; en efecto, este rol se arraigó en el imaginario nacional canadiense y en las percepciones de Canadá alrededor del mundo. Sin embargo, para mediados de la década del noventa Canadá había abandonado en gran medida las actividades de los cascos azules, debido a drásticas reducciones del presupuesto militar y a la redistribución de sus tropas hacia misiones supervisadas por la OTAN o por coaliciones reunidas para resolver conflictos específicos. El artículo concluye con la sugerencia que, paradójicamente, las dos naciones están convergiendo en su orientación hacia las operaciones de la ONU. Canadá ha cambiado el enfoque de sus contribuciones cada vez más hacia las operaciones policiales en vez de las militares, efectivamente limitando su participación en el mantenimiento de la paz. México, por el contrario, podría comenzar a participar en las misiones de la ONU con contribuciones comparables de personal no-militar, en su caso como un medio menos polémico de afiliarse a los esfuerzos internacionales de mantenimiento de la paz.

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