Abstract
El presente artículo pone en evidencia una de las dificultades que se encuentran en la recepción de la Humanae vitae y de la Familiaris consortio: la profundidad del sentido de todo acto conyugal, su belleza y su vínculo explicito con el Creador. Esta paradoja provoca en primer lugar la fe de los bautizados en el misterio de Dios, que es amor y vida, y en segundo término la conciencia moral. ¿No sería acaso demasiado hermoso para ser verdad? Sin embargo, la unión de los cónyuges es primero un acto religioso. El principal enunciado doctrinal envuelve la unión de los esposos y su responsabilidad parental. La verdadera “cuna” antropológica de todo ser humano es un acto de amor interpersonal. Este acto particular, rico y complejo, tiene un doble significado: unitivo y procreativo. Estos significados se amalgaman entre ellos, y traducen la unidad de las personas que se donan una a la otra. Es el gran misterio que une a los esposos y a Dios; y es el lugar de una revelación.
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