Abstract

El fenómeno de las maras o pandillas en El Salvador se ha constituido en objeto de estudio frecuente al haber devenido, a lo largo de los últimos años, en una brutal manifestación de las violencias salvadoreñas de posguerra. Sin embargo, las aproximaciones al fenómeno suelen conceder menos centralidad a las mujeres que las han integrado. En este texto avanzo, a partir de teorías feministas, sobre la hipótesis de que esta omisión no solo se relaciona con su situación minoritaria en esos grupos, sino con las formas en que suele abordarse el vínculo entre mujeres, transgresión y violencia, al asociar pasividad o agencia limitada con feminidad en contextos de vulnerabilidad y daño. Propongo que la complejidad del abordaje de estas figuras descansa en las tensiones y paradojas que conlleva su acción violenta, puesto que su incorporación a un grupo como las pandillas salvadoreñas —que busca la homologación en/de la identidad a través del ejercicio de la violencia— supone que la agencia solo puede producirse a través de su sujeción y simultánea desviación del marco (masculino) de producción del pandillero-prototipo. A partir de investigación bibliográfica y del análisis de entrevistas biográficas realizadas con mujeres que han sido miembros de pandillas, propongo que la agencia que éstas pueden desarrollar es precaria al construirse a partir de la sujeción a la norma del grupo. En tanto mujeres, han de mostrar y reiterar constantemente esa identidad pandillera (masculina) de la que dependerá no solo la construcción laboriosa de una reputación, sino su superviviencia en entornos hostiles, imprevisibles y violentos.

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