Abstract

Entre 1676 y 1678 la octava duquesa del Infantado, Catalina de Sandoval y Mendoza, encargó al maestro de obras Manuel del Olmo la intervención en varios palacios de su mayorazgo. Se trataba de las dos casas urbanas, la Armería y las principales del Infantado, el palacio del Bosque y Soto de Heras, y las aldeas de Maluque y Fresno. Todas ellas situadas en Guadalajara y su entorno, que fue el enclave neurálgico del ducado antes de su traslado, tres décadas atrás, a Madrid. Estas obras quedan descritas por unas precisas condiciones de reparos, cuyo análisis nos permite comprender la relación de la nobleza con su arquitectura palatina en el contexto del Antiguo Régimen. En ellas se describían interesantes intervenciones, no siempre basadas en la uniformización ni en el empleo del lenguaje barroco, sino con la voluntad de mantener legibles los códigos de representación del pasado más célebre del ducado. Estos documentos inéditos y su contextualización, nos hacen afirmar que, más allá de una simple acción de mantenimiento, hubo un antecedente efectivo y deliberado en la tutela o custodia de estos bienes, debido al papel retórico que desplegaban. Su preservación permitía recordar y reconstruir un relato sobre el linaje y su legitimidad en un marco de declive de la nobleza.

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