Abstract

A finales de 1820, Martin Rodríguez comenzó a gobernar la provincia de Buenos Aires. Este gobierno introdujo una serie de reformas con el fin de obtener una mejor estructura administrativa y ordenar una sociedad convulsionada por la revolución. La reforma militar de 1821, la ley de vagabundos y mendigos y el disciplinamiento de la fuerza de trabajo, fueron algunas de las transformaciones. Estos cambios nos permiten pensar en las reacciones de la plebe porteña y preguntarnos: ¿puede la violencia como forma de respuesta interpretarse como un posicionamiento político frente a los sectores dirigentes de la ciudad? Partimos de lo propuesto por la filósofa Elsa Dorlin, quien argumenta que la respuesta violenta, la autodefensa explosiva responde a otra semiología que no tiene que ver con el sacrificio, sino con la respuesta efusiva e inmediata, en la venganza del contragolpe, que no calcula fines, sino que tiene inmediatez. Esto es entendido como una política de afirmación y representación de sí mismo, de esta manera se restituye la dignidad y restaura el orgullo de los oprimidos (Dorlin, 2018: 172,173). Lo cual nos permite argumentar que la violencia fue utilizada como una forma de resistencia frente a las transformaciones impuestas desde arriba.

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