Abstract

A partir de la Constitución Política de 1.991 en Colombia, la iglesia evangélica a nivel general y la pentecostal a nivel particular comenzaron un camino de participación política en forma institucional. Esta participación ha generado una encrucijada entre el acercamiento político, la posición teológica y las figuras elegibles y/o apoyables como representantes políticos. Estos tres factores generaron tensiones en el quehacer político pentecostal entre el apoyo a partidos tradicionales o a partidos propios; entre participación como responsabilidad individual o pensamiento de cuerpo; entre participación política como establecimiento del reino de Dios o participación política como lucha contra los poderes corruptos de este mundo. La participación política pentecostal en Colomba ha estado enmarcada en la designación de líderes caudillos reconocidos como “ungidos” que representan la voluntad de Dios para la nación, esto con marcados aspectos sociales del personalismo político hispano y su combinación con principios de la Teología dominionista. Esta postura representa en sí una encrucijada para la participación del pentecostal en la sociedad civil en los aspectos políticos pues le priva, solapadamente, de sus responsabilidades civiles individuales y le hace preso de posturas políticas que le alienan sus derechos.

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