Abstract

En este artículo desarrollamos la hipótesis de que el Estado soberano moderno responde a una “concepción hilemórfica” que se impuso tras la Paz de Westfalia (1648) como resultado de un largo proceso de reformulación de las representaciones filosóficas de lo político. Como veremos, el Estado así concebido ya no permitirá pensar la esencia de lo político ni como un alma que puede in extremis mudar de expresión territorial –o incluso sostener su unidad en la diáspora–, ni como un cuerpo que admite pluralidad de principios rectores. Más aún, la “nueva entidad política” forjada por la filosofía del Barroco –en manifiesta continuidad con la tradición que remonta a los griegos– sigue siendo, pese al paso del tiempo, el nervio del actual derecho internacional, a punto tal que los rasgos fundamentales que este atribuye a la soberanía son a nuestro entender la transposición jurídica de dicha composición hilemórfica.

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