Abstract

Este artículo analiza la importancia de la edad en la caracterización de las dos figuras que intervienen en el Espejo de ilustres y perfectas señoras de José Rojo, obra dialógica de finales del siglo xvii. Durante las diferentes conversaciones que la integran, los interlocutores se enfrentarán a varios desacuerdos; así deberán servirse de la argumentación, propia de este género, para defender sus puntos de vista. Doña Blanca, además del descrédito preestablecido hacia su sexo, sufrirá la desventaja de su temprana edad frente a la experiencia de su padre, don Enrique. A pesar de que la protagonista se desenvolverá en la diatriba con brillantez, él deshará sus razones sirviéndose del componente experiencial. De esta forma, desarmará su argumentación y logrará imponer su voluntad en los debates sobre la descendencia y las segundas bodas, realidades a las que la joven se opone firmemente al comienzo.

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