Abstract

El espectacular aumento de las visitas a los servicios de urgencias por parte de niños y adolescentes en crisis psiquiátricas que comenzó en la década de 1990 ha persistido en el siglo XXI, y las últimas estimaciones de visitas a urgencias pediátricas por problemas de salud mental oscilan entre el 2% y el 5% de todas las visitas (1). La atención integral a la infancia y adolescencia requiere la presencia de una red asistencial compleja, preferentemente en el marco de un modelo de atención comunitaria que pueda garantizar la continuidad asistencial. Esta red se debería estructurar por niveles de intensidad de la atención y de acuerdo a la especialización asistencial. Se iniciarían en atención primaria, entorno escolar y social (primer nivel) y es muy útil contar con un nivel intermedio entre el centro de salud mental infanto-juvenil (tercer nivel) y la atención primaria, de enlace y encuentro entre los profesionales de ambos equipos, para atender los casos más leves (segundo nivel). Por último, el cuarto nivel correspondería al cuidado más intensivo, como los programas de hospitalización parcial, las unidades de atención psiquiátrica hospitalaria o las unidades de salud mental de estancia intermedia.

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