Abstract

El deporte, especialmente el futbol —desde su génesis—, ha sido un territorio hipermasculinizado, caracterizado por la fuerza, el vigor y la rudeza. Esto no solo dejó durante mucho tiempo a las mujeres fuera de su práctica, sino que también aquellos hombres que no encajaban en la masculinidad hegemónica fueron excluidos por décadas de una práctica oficialista. En términos de la interseccionalidad, el vocablo alude a los hombres de la comunidad LGBTIQ+ que, por no cumplir con el estereotipo físico y actitudinal, fueron estigmatizados y orillados a buscar prácticas deportivas estereotipadas, o donde los estándares no marcaran una diferencia o confrontación con la identidad sexual. Los movimientos sociales para el reconocimiento de la diversidad sexual impactan en el ámbito deportivo al reconocer las distintas manifestaciones del ser humano más allá del género binario. El objetivo del artículo es contar la trayectoria de 19 años del equipo Monarcas, en el estado de Colima (México), y por qué marca un hito al constituirse como un conjunto de jugadores de fútbol que no entran en el esquema binario del género y que promueven los derechos a la libertad, la vida sana y el deporte, para hacerse un lugar como campeones en un territorio heteronormativo. La metodología utilizada es etnografía feminista, apoyada por fuentes documentales y entrevistas semiestructuradas como fuentes primarias para la construcción del entorno espacial, histórico e influencia del club en los movimientos deportivos LGBTIQ+ de la región y el país.  

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