Abstract

Se ha sugerido con frecuencia que hay dos razones que explican la peculiar vitalidad de la etnohistoria de la Mesoamérica colonial. Hace unos cuantos años, John Kicza (1995:240) definió con elocuencia estas dos razones al citar, en primer lugar, la "integridad" y el "vigor" de las civilizaciones indígenas desde tiempos precolombinos hasta el presente y , en segundo lugar, la riqueza y diversidad de las fuentes documentales relevantes al tema. Sin disputar este argumento —de hecho partiendo de la noción que estos dos factores pueden fungir como supuestos—quisiera sugerir que existe un tercer factor que es asimismo pertinente: la concatenación de las actividades de un grupo diverso de investigadores que ha creado una visión colectiva metodológica e interpretativa, y un impulso constructivo que ha permitido la concreción y el desarrollo de dicha visión.

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