Abstract

El cine de Christopher Nolan destaca, entre otros aspectos, por una puesta en escena en la que los espacios de representación (decorados y escenarios naturales), el tiempo cinematográfico (tiempo narrativo y tiempo de la historia) y la identidad de los personajes se presentan al espectador de forma sincrónica y fragmentada, como las piezas de un puzle sobre una mesa. Este artículo pretende establecer una conexión entre esa fórmula narrativa, que rompe la clásica estructura cronológica y lineal, y la consolidación tras el 11S de una filosofía de “amor por el fragmento” (Rella, 1998: 38), basada en las distintas derivas del idealismo hegeliano, que desafía la creencia en una razón absoluta y unitaria, en particular en temas relacionados con el tiempo, el individuo y la memoria. Se trata de una reflexión de carácter filosófico antes que narrativo dirigida a situar y comprender el cine de Nolan en las coordenadas de pensamiento propias de su época. Porque sus películas no aspiran a ofrecer respuestas a las grandes cuestiones, sino a formular nuevas preguntas.

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