Abstract
El 10 de noviembre de 1810, casi siete semanas después de que tuviera lugar la primera sesión de las Cortes de Cádiz, se firmaba el decreto que promulgaba la libertad de imprenta. Este acontecimiento permitió la salida de múltiples impresos y periódicos que vinieron a recrudecer la contienda ideológica entre liberales y absolutistas. Fueron muchos los que usaron estructuras que acercaban la crítica a la ficción literaria, con un contenido en clara evolución desde el mensaje patriótico hacia la invectiva política. En este proceso se incluye la pieza teatral “Los liberales o los filósofos del día, sin máscara y sin rebozo”, publicada en Cádiz en 1811. En ella varios personajes, liderados por el Diablo Cojuelo, deciden trabajar como escritores «a la moderna». Para este fin siguen varias reglas basadas en la repetición de voces embaucadoras, los ataques al gremio eclesiástico, las injurias contra el Santo Oficio y el corporativismo ante la sátira enemiga. Censinato Vigornia, representante de la grey servil, critica con sus intervenciones cada argumento enemigo, en un intento de reforzar el verdadero patriotismo y desprestigiar la línea de pensamiento liberal.
Highlights
Poco más de un año después de que se celebrara en la Isla de León la primera sesión de Cortes —24 de septiembre de 1810, y tras numerosas polémicas y debates tanto dentro como fuera de la escena política, el teatro abría de nuevo sus puertas en la plaza gaditana2
With the Devil Cojuelo as the leader, decide to work as modern writers. They follow some rules based on the repetition of deceptive words, attacks on the clergy and the Holy Office, and corporatism against satire adversary
El último de los papeles mencionados no dudó en incluir sus consideraciones sobre este nuevo avance: Al fin se pone ya hoy 20 en práctica la máxima política de abrir el teatro de Cádiz, a pesar de la oposición de muchos que demasiado cortos de vista ni aun quieren valerse de anteojos para ver claro. ¡A los 22 meses de sitio abre Cádiz el teatro!
Summary
Poco más de un año después de que se celebrara en la Isla de León la primera sesión de Cortes —24 de septiembre de 1810—, y tras numerosas polémicas y debates tanto dentro como fuera de la escena política, el teatro abría de nuevo sus puertas en la plaza gaditana2. Desde el mismo título se desprende una intención bien definida: el papel supone un ejercicio de alumbramiento para los lectores, pues destapa las artimañas liberales ante la opinión pública; en otras palabras, el autor persigue, como tantas otras páginas impresas en estos años, el desprestigio del enemigo, que ahora no es el invasor de aquellas líneas patrióticas, sino el defensor de una ideología progresista, al que equipara paulatinamente con la doctrina francesa13.
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