Abstract
Ana de Zayas, criolla, primeramente fabricante de redes y casada, y luego separada por autorización de Manuel Fernández de Santa Cruz, autoproclamada en sus escritos como «esposa de Cristo» sin la toma de ningún velo y desde su posición de seglar, estuvo protegida por el obispo Fernández de Santa Cruz aunque fue acusada a sus 45 años ante el Santo Oficio por alumbradismo vehemente en 1694. Sin embargo, su proceso inquisitorial no fue concluido gracias a la intervención del mismo personaje, y quedó con causa sobreseída por razones no conocidas. Se explicará su particular pensamiento alumbrado a la luz de la documentación del proceso inquisitorial y su cercana relación con el obispo de Puebla.
Highlights
Hasta que yo te avise» (AHN, Inq., 1.731, exp. 34, f. 66r-v)
Y después de haber estudiado en Salamanca, fue ganando puestos destacados dentro de la jerarquía clerical, hasta que en 1672 fue elegido obispo de Chiapas, razón por la cual viajó a Nueva España; sin embargo, antes de tomar el cargo, nuevos nombramientos lo llevaron a diferentes destinos, primero a la diócesis de la Nueva Galicia y después al obispado de Puebla de los Ángeles, donde pasaría el resto de su vida (Bermúdez de Castro 1991: 160-168)
Palabras clave: Ana de Zayas, Manuel Fernández de Santa Cruz, alumbradismo, heterodoxia, Inquisición
Summary
Doña Ana de Zayas fue una ilusa de entre 38 mujeres acusadas de herejía alumbrada, de las cuales solo 15 fueron sentenciadas. Entre las penas inflingidas a estas últimas tales como azotes (de cien a doscientos), servicio forzado en hospitales durante varios años, destierros temporales o definitivos, actos de vergüenza pública, autos de fe y abjuraciones (Ciaramitaro 2016: 124-129), doña Ana se salvó de todas ellas como otras veintitrés que no purgaron una condena, entre las cuales había beatas, monjas, doncellas, viudas y casadas; tampoco fue llevada a las cárceles de la Inquisición, gracias a la intervención de don Manuel Fernández de Santa Cruz (Zayas 2014: 542). Apoyaba a muchas mujeres, tanto intelectuales como no intelectuales, y al parecer mantuvo una relación epistolar de tintes alumbradistas con Ana de Zayas, una «dexada», una amada de Dios (quizás no sea casual el epíteto de «sor Filotea» de Fernández de Santa Cruz en su vínculo con el alumbradismo)
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