Abstract
El artículo se presenta como una cierta hermenéutica de la estética de Kant a partir del lugar que ocuparía la figura del párergon (ornamento) en su teoría de lo bello, sobre todo considerando el compromiso teleológico que se sugiere como esencialidad de la estética del filósofo prusiano. Esta estética parergonal o decorativa, más allá de una presunta filosofía del arte de corte iluminista que pudiera ser vista en la tercera Crítica, pone en vista un inesperado compromiso barroco de la filosofía de lo bello en Kant, especialmente si se tiene en cuenta el fundamento estético-ontológico del párergon por antonomasia: la hojarasca. A la luz de este estudio, el genio de la Crítica estética y el intelecto arquetípico de la Crítica teleológica parecen quedar subordinados a una inesperada nada arquitectónica de la última Crítica.
Highlights
The article is presented as a certain hermeneutic of Kant aesthetics
especially considering the teleological commitment which is suggested as the essentiality of the aesthetics
beyond one alleged philosophy of art of Illuminist court that would be seen in the third Critique
Summary
Las recepciones neokantianas de la tercera Crítica y los comentarios más contemporáneos sobre la estética de Kant, van y vienen, con más o menos ortodoxia, en torno a la concepción, entre otras, de un Kant autonomista (Greenberg), neoclásico (Cassirer), trascendentalista (Heidegger), purista (Haskins) o incluso metafísico (Mansur) o complejo (Guyer). El párergon sería así un elemento central en la Analítica de lo bello (en lo sucesivo, Analítica) y en la misma referencia al arte de la Crítica de la facultad de juzgar estética, hasta el punto de afirmar que la estética kantiana sería en su fondo, como se adelantó, una estética insospechadamente ornamental, en la línea –si hubiera que forzar los términos– de una filosofía de la ficción (ya vista en Kant por Vaihinger en su Filosofía del como si) y no de una filosofía del arte o de una estética filosófica, posturas estas que han sido hasta ahora centro predilecto, por ejemplo, del debate entre autonomistas y heteronomistas.[5] De este modo, se sostendría cómo es que el párergon no puede ser justificado satisfactoriamente con arreglo solo a una consideración autónoma o formalista del arte o a una deducción puramente estética sobre la belleza natural
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