Abstract
Este artículo evalúa de forma crítica una vieja hipótesis de la Prehistoria de la península ibérica que ha quedado sin refutar: la que relaciona los sitios de Cogotas I (1850-1100 cal AC) con la trashumancia. Se propone un experimento en una amplia franja del occidente ibérico coincidente con la denominada Vía de la Plata: la medición con SIG de la distancia lineal entre 176 sitios de Cogotas I y las vías pecuarias, concebidas como síntomas materiales de hábitos inveterados. Los resultados, estadísticamente significativos con matices regionales, indican que casi un tercio de los casos –el 27,3 %– se encuentran a menos de 500 m. Evitamos relacionar esa proximidad con la trashumancia, la subordinación centro-periferia o el tráfico de objetos elitistas. Entendemos tal pauta como indicio del interés de los grupos estudiados, entre otras decisiones locacionales, por participar en la circulación de personas, animales y cargas, conforme al modelo de comunidades políticas paritarias (peer polity interaction).
Highlights
This article takes up an old hypothesis that has remained untested in Iberian Prehistory: the one that relates the sites of Cogotas I culture (1850-1100 cal BC) with transhumance
Aquí retomamos la hipótesis de la trashumancia introduciendo tres correcciones necesarias: a) debe superarse el “pronunciamiento meramente visual” (Chapman 1979: 150) sobre la relación espacial entre puntos arqueológicos y ejes de comunicación; b) habría que insistir en el potencial heurístico de las vías pecuarias como cauce de interacciones sociales más allá de la analogía débil con la Mesta moderna; y c) la proximidad entre sitios y caminería pastoril tradicional no prueba ningún tipo concreto de actividad ni un modelo apriorístico de organización sociopolítica
Por eso abordamos aquí las vías pecuarias no como sucedáneos de la trashumancia moderna, sino como síntomas de lógicas culturales y prácticas sociales inveteradas, que pueden informar de estructuras subyacentes del paisaje (Fairén et al 2006: 56)
Summary
La movilidad de personas y animales y el trasiego de objetos acabados y materias primas están de actualidad en la Prehistoria mediterránea (Celestino et al 2008; Ruiz-Gálvez 2013; Murrieta-Flores 2014; Souvatzi y Hadji 2014; Yubero-Gómez et al 2015; Pavón et al 2018). Aquí retomamos la hipótesis de la trashumancia introduciendo tres correcciones necesarias: a) debe superarse el “pronunciamiento meramente visual” (Chapman 1979: 150) sobre la relación espacial entre puntos arqueológicos y ejes de comunicación; b) habría que insistir en el potencial heurístico de las vías pecuarias como cauce de interacciones sociales más allá de la analogía débil con la Mesta moderna; y c) la proximidad entre sitios y caminería pastoril tradicional no prueba ningún tipo concreto de actividad (trashumancia, comercio) ni un modelo apriorístico de organización sociopolítica (comunidades jerárquicas y economía de bienes de prestigio). Por eso abordamos aquí las vías pecuarias no como sucedáneos de la trashumancia moderna, sino como síntomas de lógicas culturales y prácticas sociales inveteradas, que pueden informar de estructuras subyacentes del paisaje (Fairén et al 2006: 56). El objetivo es abordar comunidades vecinas autónomas conectadas y funcionalmente equivalentes, sin presuponer un mayor papel de unas sobre otras, ni exigir un grado de sofisticación sociopolítica concreto, por lo que caben desde estados hasta jefaturas transigualitarias
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