Abstract

<p>En este artículo exploramos el concepto “comunidades emocionales” –acuñado por la antropóloga colombiana Myriam Jimeno– con relación a la violencia que marca el actual contexto mexicano. Partiendo de la crónica etnográfica de un evento público ocurrido en las fosas “clandestinas” de Tetelcingo, Morelos, reflexionamos acerca de las posibilidades y limitaciones de este concepto. Sugerimos que ciertos eventos puedan convertirse en semilleros de comunidades emocionales y planteamos la importancia de incluir la dimensión emocional para enriquecer los análisis académicos.</p>

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