Abstract
La citología cervicovaginal como herramienta diagnóstica se inició en el siglo XIX con el médico griego George Papanicolaou y se implementó en los programas de tamizaje de cáncer a mediados de 1960, lo grando una reducción de la mortalidad (80%) a nivel mundial. Como limitación está la baja sensibilidad que oscila entre 30 y 87%, con promedio de 53%. La mortalidad por cáncer cervical mundial es de 86% y 88% en países en vía de desarrollo. En Colombia la tasa de mortalidad ajustada por edad es de 18,2 por 100.000. Esto se debe al control de calidad inadecuado y la pobre actualización permanente de los citohistotecnólogos, sumada al alto número de lecturas realizadas en la jornada laboral, llevando a un sobrediagnóstico de atipia de células escamosas de significado indeterminado (ASCOS). Además influyen factores como la no toma de la citología por el bajo nivel socioeconómico y la falta de afiliación al régimen de seguridad social. La citología en base líquida (CBL) resuelve cinco problemas: 1) falta de captura de la totalidad de la muestra, 2) fijación deficiente, 3) distribución aleatoria de células anómalas, 4) existencia de elementos perturbadores y 5) mala calidad del frotis. Esta técnica incrementa la sensibilidad de lesiones intraepiteliales de alto grado y carcinomas, sin variación en la especificidad. Otras pruebas de tamización son la detección y tipificación del virus del papiloma humano (VPTh) incluida en el plan obligatorio de salud (POS) 2012, la prueba de reacción en cadena de la polimerasa (PCR), oncogenes RNA E6 Y E7 y la inspección visual con ácido acético y lugol (vía vili) cuya filosofía es "ver y tratar".
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