Abstract

Antonio Machín, cubano y mulato, llegó a España en abril de 1939, el mismo mes en el que terminó la Guerra Civil y comenzó la larga dictadura franquista. Contra lo que tal vez pudiera esperarse conjeturalmente en un país gobernado por un régimen poco afecto a extranjerismos, incluso siendo relativos, o diversidades, ya fueran estas políticas, culturales, religiosas, morales o raciales, en la segunda mitad de la década de los cuarenta Machín se convierte en uno de los cantantes más célebres en el panorama de la música popular española, sobre todo a partir de la presentación en 1946 de Angelitos negros. Machín grabará cientos de canciones durante la época de la dictadura, hará innumerables giras, conciertos y espectáculos, y será presencia constante en la radio y en la televisión, convirtiéndose dentro del imaginario español en uno de los elementos culturales indisolublemente asociados a la España franquista. La crónica legendaria de la época incluso asegura que Machín tuvo el dudoso honor de ser el cantante favorito del general Franco. Pero también gozó de la admiración e incluso el fervor de Vázquez Montalbán, Serrat, Sisa y una larga letanía de nombres altamente “significados” en su denodada oposición al franquismo. Mi propósito es explorar los meandros y sinuosidades de esta aparente perplejidad ideológica y cultural.

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