Absorto –del latín ab-sorptus– es el participio pasado del verbo absorbere, literalmente, “ingerir”, “absorber”, “tragar”. De entrada entonces, el-ojo-absorto es un sintagma inquietante. Un ojo que traga lo que ve. Un ojo, un órgano, que deviene cuerpo. Pero no para saciarse de aquello que devora, sino para hacerlo poesía. Para transformarlo, a partir de la mirada que nos devuelve la pantalla del cine. La portada del libro ya nos pone en tema. Se trata de una obra del singular diseñador cubano Pepe Menéndez, y representa un ojo, con su iris azulado y una negra pupila, enmarcado en un carretel de cine. El objeto resultante está apoyado en una superficie blanca, como si este peculiar “ojo -cine” pudiera ser separado del cuerpo. O mejor: como si el ojo mismo, cine mediante, hubiera devenido él mismo un cuerpo –autónomo, fragmentado, pero cuerpo al fin. Al inicio de nuestro periplo, entonces, el cuerpo ya aparece intervenido. Como si el autor nos advirtiera, desde la propia imagen de la portada, que dentro de los límites del encuadre cinematográfico, el cuerpo queda avistado, examinado y metamorfoseado en virtud del ejercicio de ver. Esta reseña de la obra de Alberto Garrandés1 propone, en fidelidad con el autor, una interlocución con el núcleo real que destilan sus ensayos. La propuesta es relativamente sencilla: tres jóvenes investigadoras argentinas aportan sus textos en sintonía con sendos pasajes de El ojo absorto. No comentan el libro, sino que lo multiplican, aportando la lectura analítica rioplatense. El libro de Garrandés, enorme en sí mismo, se ve suplementado por este ejercicio narrativo y a la vez éticoclínico. Porque ahora el cuerpo emerge doblemente tratado: desde el ensayo literario y desde el cine como esbozo, como rudimento de un análisis. A las variadas fuentes referidas por Garrandés, se suman autores como Alain Badiou, Jacques Lacan, Julio Cabrera, Barbara Cassin, Massimo Recalcati, Stanley Cavell, Slavoj Zizek, otorgándole así al cuerpo un estatuto que trasciende sus bordes iniciales. Estatuto que emerge de un encuentro impensado entre La Habana y Buenos Aires.
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