El patrimonio inmaterial asociado a los habitantes y a sus prácticas culturales suele ser menos valorado que el patrimonio material vinculado a sitios arqueológicos o monumentos históricos. Los valores sociales y simbólicos, estructurantes del patrimonio inmaterial, son menos visibles para las autoridades del patrimonio a escala internacional, nacional y local. Sin embargo, los valores se pueden reconfigurar cuando un territorio se revaloriza producto de un proceso de reconocimiento cultural, generando una atracción de actores sociales e intereses diversos, conformando un fructífero terreno para cooperaciones, negociaciones y mediaciones. El reconocimiento de una identidad étnica responde a dinámicas transaccionales donde las cooperaciones conflictuales develan posiciones diversas de entidades comunales, gubernamentales y privadas, y donde lo íntimo, doméstico, privado y público entreteje una red de intereses divergentes que demandan acuerdos. El presente artículo aborda la dinámica del reconocimiento de la comunidad diaguita por parte del Estado de Chile en el año 2006, en el contexto de una reapropiación territorial de los valles de Alto del Carmen. Un proceso que activó la puesta en valor de un patrimonio cultural “indígena” en diálogo con atributos étnicos disonantes, donde los conflictos observados han producido singulares vínculos dentro de un mismo territorio.
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