Abstract

En 1789, Margarita Hickey publica el primer volumen de sus Poesías varias, sagradas, morales y profanas o amorosas, donde incluye una versión propia de la Andrómaca raciniana (1667) que la convierte en la primera escritora española interesada por la traducción de la tragedia neoclásica, y también en la única dispuesta a aclimatar en España la obra del reputado dramaturgo francés. Pero además, ese volumen se abre con un interesante prólogo en el que la autora reflexiona sobre diferentes aspectos relacionados con el concepto de lo trágico y con la finalidad de la práctica teatral en su conjunto. Este trabajo analiza la contribución de Margarita Hickey al discurso teórico sobre la tragedia en un período en el que las directrices del «reformismo» neoclásico coexisten, no sin cierta tensión, con una concepción del espectáculo teatral más permeable a las exigencias populares y a los recursos propios de los nuevos modelos dramáticos.

Highlights

  • En el marco general de reflexión y de debate sobre los géneros dramáticos que se inicia, aunque de forma un tanto aislada, con la primera edición de la Poética de Luzán (1737) y que va fraguando, con sus evidentes diferencias, desde mediados de la centuria hasta las primeras décadas del siglo siguiente[1], la tragedia, con su halo erudito y su linaje clásico, siempre gozó de una posición

  • Si bien en sus dos conocidos discursos de 1750 y 1753 Agustín de Montiano y Luyando había ya reivindicado la tradición española de tragedias «con arte, y esplendor» (1750, 76), patrimonio que se venía reclamando aún al final de León (1999) son imprescindibles para una revisión de los aspectos fundamentales de la poética trágica del Neoclasicismo y de su evolución a lo largo del período

  • Absolutamente soliviantada se muestra la autora, por ejemplo, ante la volubilidad amorosa de la Andrómaca de Silva, más humana que la de Racine en su disposición a amar a un Pirro convertido en salvador de su hijo Astianacte, pero también menos heroica y, por tanto, de menor capacidad purgativa[29]; tampoco ahorra Hickey invectivas contra la bajeza moral de un Orestes con la «execrable osadía» de atentar contra la vida de su rey a instancias de Hermione y de hacerlo, además, en escena sin disimulo ninguno30: 29 «la tal Andrómaca del autor español (que es la heroína principal de la pieza) merece bien poco, o nada ese nombre, pues empezando su representación manifestando un odio implacable contra su vencedor Pirro, luego a pocos lances e instancias de este, pasa repentinamente de un extremo a otro, y del odio y rencor va debilísimamente al del amor, y se rinde y entrega vergonzosamente al destructor de su casa, de su reino y de su esposo; cosa muy opuesta al verdadero heroísmo, y al que Racine hace observar y guardar a su heroína en esta misma tragedia, pues la hace preferir y anteponer el morir y quitarse ella misma la vida valerosamente, al hecho feo e impropio de dar la mano y casarse con el matador de su esposo, y destructor de su reino y familia» (Hickey: VII-VIII)

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Summary

Introduction

En el marco general de reflexión y de debate sobre los géneros dramáticos que se inicia, aunque de forma un tanto aislada, con la primera edición de la Poética de Luzán (1737) y que va fraguando, con sus evidentes diferencias, desde mediados de la centuria hasta las primeras décadas del siglo siguiente[1], la tragedia, con su halo erudito y su linaje clásico, siempre gozó de una posición.

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