Abstract

Efectuada con unas copias de las imágenes “originarias”, la demanda de limosnas fue uno de los medios utilizados por las comunidades indígenas para financiar el culto de sus imágenes y la organización de las fiestas comunitarias. Documentada de manera fragmentaria desde inicios del siglo XVII esta práctica deja huellas significativas al final del siglo XVIII debido a la campaña ilustrada contra las formas de religiosidad tradicional. El secuestro de las licencias otorgadas por el arzobispado de México, resultado de las limitaciones severas impuestas a la colecta de limosnas a partir de 1790, permite reconstruir los itinerarios de algunas giras de los demandantes y, de esta manera, la amplitud de su movilidad y sus diferentes formas. La práctica de la demanda itinerante es testigo de las diferentes significaciones (simbólicas, económicas y culturales) de la movilidad geográfica para las comunidades indígenas del siglo.

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