Abstract

El artículo se centra en la relación que el arquitecto y pintor español mantuvo con El Salvador. Sus estancias en el país, debidas a su matrimonio con la salvadoreña Rosa Turcios (sobrina de Rubén Darío), le inspiraron pinturas de arquitectura, paisajes, selvas, volcanes y tipos humanos; una insólita aportación al arte iberoamericano. Participó en múltiples aspectos culturales del país, proyectó una nueva catedral para su capital y aun preparó una monografía sobre sus iglesias virreinales.

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