Abstract

Estas páginas exploran el regreso al teatro, casi simultáneo, hacia 1950, de Miguel Mihura, José López Rubio y Edgar Neville, tres humoristas decepcionados del cine. Su reinserción teatral pone de manifiesto el callejón sin salida a que había llegado el Teatro de Humor; por eso, los tres se orientaron hacia una nueva comedia urbana que combinaba ingenio, humor, poesía, imaginación, algo de fantasía y un poco de sátira de costumbres. En suma, los fugitivos del humor se refugiaron en la comedia.

Highlights

  • No hay que insistir en que el cine fue una experiencia fundamental en ese grupo de autores teatrales que lograron dar la vuelta al concepto y a la práctica del humor en España, entre -digamos- 1930 y 1950

  • Al alcance de la mano hasta que cayó en una Depresión que, paradójicamente, se terminó convirtiendo en uno de los mitos unificadores de la conciencia nacional -por eso se escribe con mayúsculas

  • Alfonso Sastre y José María de Quinto, con su frustrada iniciativa por un Teatro de Agitación Social (1950), sus frecuentes colaboraciones en las revistas culturales y los ocasionales estrenos del primero, son lo más representativo de esas nuevas aspiraciones, que ya estaban en el grupo Arte Nuevo (1946-48) y que prolongará la llamada Generación Realista

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Summary

Víctor GARCÍA RUIZ Universidad de Navarra

No hay que insistir en que el cine fue una experiencia fundamental en ese grupo de autores teatrales que lograron dar la vuelta al concepto y a la práctica del humor en España, entre -digamos- 1930 y 1950. López Rubio volvió, pues, como un semi-novel, que había estrenado en los años 30 y hecho alguna adaptación teatral en los 40:6 su primera obra original en esta segunda época fue Alberto (María Guerrero, 29-IV49), una comedia que leída hoy resulta francamente inverosímil -claro que el autor también había escrito unos Cuentos inverosímiles (1924) y se sentía muy unido a Jardiel, el gran apóstol de lo Inverosímil-. En La canasta (Infanta Isabel, l-XII-55) Mihura muestra su talento para la situación dramática y, en el fondo, nos ofrece una nueva versión del tema de Tres sombreros: la permanente insatisfacción del ser humano, su infelicidad crónica e incurable; también aporta la muy mihurana sátira del matrimonio y la familia, con sus chinchorrerías, y las egoístas manías del soltero. Es el camino hacia sus mejores comedias: Maribel y la extraña familia (1959) o La bella Dorotea (1963)

El triunfal y efímero regreso de Neville
VÍCTOR GARCÍA RUJZ
El contexto teatral de los tres regresos
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