Abstract

La ética evolutiva tiene (merecidamente) mala reputación. Sin embargo, no deberíamos permanecer prisioneros de nuestro pasado. Los avances recientes en biología evolutiva darwiniana allanan el camino para un vínculo entre ciencia y moral que es más modesto pero, al mismo tiempo, más profundo que las excursiones anteriores en esta dirección. Al mismo tiempo, no hay necesidad de repudiar las ideas de los grandes filósofos del pasado, particularmente de David Hume. De ahí que los orígenes simiescos de los seres humanos realmente importan. La pregunta no es si acaso la evolución debería relacionarse con la ética, sino cómo.
 Nosotros los seres humanos somos monos modificados, no la creación favorecida de un Dios benévolo, en el sexto día. Por lo tanto, ha llegado el momento de hacernos cargo de nuestra naturaleza animal, particularmente en relación con nuestra interacción con los demás. Es cierto que la llamada ética evolutiva tiene mala reputación. Sin embargo, la pregunta no es si la evolución está conectada con la ética, sino cómo. Afortunadamente, gracias a los avances recientes en las ciencias biológicas, el camino se está volviendo más claro.
 Comienzo esta discusión con una breve introducción histórica al tema. Luego voy al núcleo de mi caso científico y filosófico. Concluyo retomando algunas objeciones centrales.

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